4 de mayo de 2011

Más amor pedagógico



Saludos, a continuación presento una reseña, que me pareció interesante por el conjunto de temas que aborda y sobre todo por la distinta mirada pedagógica con que se abordan estos temas.


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Melchor López Hernández comenta el libro “Más amor pedagógico”, una compilación realizada por Gerardo Meneses y que en realidad acompaña al disco de rock Gramática y Geografía de Gerry Meneses and The estupid band.

A manera de presentación.



El libro titulado Más amor pedagógico (Gerardo Meneses, 2010), tiene artículos compilados por el pedagogo Gerardo Meneses. Lo que une el grueso de los escritos es el debate de la institución escolar y sus formas de trabajo gandayas, la pedagogía y sus sistemas de acción autoritarias, la educación con cánones de poder.


En Más amor pedagógico se critica que la escuela, la pedagogía y la educación se han alejado del Ser, del espacio poético y de la música, de la alteridad. También se analiza el desprecio por el Otro; la marginación de lo lúdico en la enseñanza.
Y hay más temáticas.
Pero, en realidad el libro es un acompañante del disco de rock Gramática y Geografía de Gerry Meneses and The estupid band. Música y lírica para llevar al salón de clase y darle/demoler a la pedagogía/educación gandaya/anquilosada.
En este contexto está la idea de la pedagogía del amor o de alteridad, tema principal de la entrega que a continuación presentamos.
No hay que olvidar que hacer pedagogía es una acción política y de poder. Y el poder se apropia de ella y la somete, excepto que mutile la diferencia y el control. La pedagogía del amor es alteridad. La pedagogía del amor o de alteridad está contra el micropoder. En la pedagogía del poder no hay pactos, consensos, disensos, no hay miradas, alteridad; únicamente control, acatamiento, regla, disciplina.
El poder no vive con alteridad. La alteridad es estar con el Otro por des-interés. El poder y la alteridad se encuentran directamente. La alteridad no se materializa. En la institución no hay alteridad. Institucionalizar es control y el control es poder. La alteridad no es norma porque con ésta se identifica al objeto y al sujeto. La alteridad no necesita de esta identificación. Lo fáctico permite la biografía para contabilizar y atrapar lo cualitativo, las subjetividades.
Una de las principales venas de la alteridad es lo inherente al ser, lo inaprensible. En el que no existe el Otro. Lévinas dice que sí existe el Otro pero inmediatamente éste desaparece. Con la alteridad no hay posesión ni control, que son las máximas del poder. El poder planea para dominar. La alteridad no necesita de ello. No diseña. No le interesa porque allí está y en el momento se aleja. El poder de la alteridad es el no poder. La alteridad es o no es. No necesita de nada ni de nadie. Ni del discurso. La alteridad “no es pura y simplemente la existencia de otra libertad junto a la mía. Tengo cierto poder sobre ella y, sin embargo permanece radicalmente extraña, sin relación conmigo” (Emmanuel Lévinas. 1993: 137 ).
En el mundo de la alteridad el Otro “es el lugar de nuestro secreto —el otro es quien posee, sin saberlo, lo que jamás nos será dado saber—. No es, por consiguiente (como en el amor), el lugar de nuestra semejanza, ni el tipo ideal de lo que somos, ni el ideal oculto de lo que nos falta, sino el lugar de lo que se nos escapa, por el cual nos escapamos de nosotros mismos y de nuestra verdad”( Jean Baudrillard. 1997: p. 32).
Con ellos reímos, jugamos
“A mi papá no le gusta que tenga amigos. Y me regaña. Pero yo con ellos me siento a gusto y platicamos y jugamos, nos reímos, oímos música o nos vamos a dar la vuelta por allí. Lo que más me gusta de ellos es que me quieren mucho y me cuidan.” Ana Karen (Estudiante).
La alteridad es una relación con consenso. Pero no un consenso desde la perspectiva política del acuerdo y la negociación. No. Consenso en la connotación de con-sentimiento. Del estar con el Otro aunque no lo conozca pero en el devenir del re-conocimiento.
La escuela es deseo
Para mí el significado de la vida quiere decir amor, apoyo, querer hacer las cosas, tener retos, arriesgarse, saber levantarse, querer ser mejor cada día, aprender a caer porque del caer se aprende, porque sin riesgos es tonto decir ‘me arrepiento de no haber hecho’, siendo que en la vida se cometen errores pero es que de eso se hace la vida. Mi palabra favorita es comprensión porque siento que si tú comprendes ya no necesitarás pedir perdón. Para mi ir a sentarme a la escuela es deseo de aprender y estudiar. María Fernanda (Estudiante)
La “realidad” misma, en “tanto imposición inevitable de la presencia/ausencia del otro y de su disposición del objeto, se constituye como manifestación de la omnipotencia imaginaria del otro. Como tal, es evidente que no es ‘realidad’”, afirma Castoriadis (Cornelius Castoriadis. 1989. p. 229). Esto sucede en la escuela. El Otro, como alteridad, no existe en la disyuntiva impuesta que se da entre el profesor y alumno, entre el adulto y su Otro: el joven. La alteridad es estar con el Otro con fraternidad y humanismo. A la alteridad no le interesa lo hegemónico.


El amor sordomudo
Soy de las personas que piensan que en la vida todo tiene cierto nivel de impacto, especialmente el amor, y más especialmente el amor propio. Creo que la primera vez que me enamoré tenía aproximadamente 11 años y fue de un sordomudo. Su nombre era Luis y era una buena persona. Era mi amigo y además me gustaba. Yo vivo en una escuela y es allí donde lo conocí. Cuando se graduó, como todos los saben, lloré muchos días. Norma Angélica (Estudiante).
El imaginario hegemónico instituido en lo escolar es individualista y con el fin de administrar la educación. Los casos de alteridad son fragmentos que no constituyen una transformación del statuo quo. En el imaginario estudiantil no hay alteridad con el adulto. Hay diversidad de discursos. Uno de ellos es el identitario que excluye la alteridad, porque se impone la norma y la regla y, en general, una institución educativa con poder, de la microfísica del poder. No hay que olvidar que “la identidad excluye a la alteridad”( Cornelius Castoriadis. 1989: p. 225).
Identidad es poder. “Toda sociedad (como todo ser vivo o toda especie viva) instaura, crea su propio mundo en el que evidentemente ella está incluida. Toda sociedad es una construcción, una constitución, creación de un mundo, de su propio mundo. Su propia identidad no es otra cosa que ese sistema de interpretación, ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación, lo percibe como un ataque contra su identidad, contra sí misma”( Cornelius Castoriadis. 1990: p. 69), argumenta Castoriadis.
Si existiese identidad y no identidades el manejo del conocimiento descriptivo deviene en control metodológicamente sistematizado. El poder no necesita identidades, porque en ellas no hay homogenización. El poder necesita una identidad, para matizar la semejanza y lograr descripción y clasificación. Tarea que se dificulta cuando en el accionar societal aparecen identidades, diversidades, expresiones, que más allá de ser manejables y caracterizadas para su codificación o estigmatización, mantienen en sí mismas el carácter de ser cambiables, de tener matices o tonalidades. Con identidades diversas se da una disputa de micropoderes. Los jóvenes en su ámbito escolar son ejemplo de ello.
La sociedad desde el imperio del poder “debe decir: los hombres, las mujeres, los que tienen entre dieciocho y veinte años, los que viven en tal aldea, opera necesariamente atendiendo a clases, relaciones, propiedades. Pero esta ‘igualdad’ segmentaria y lógica es compatible con las desigualdades sustantivas más agudas” (Cornelius Castoriadis. 1990: p. 139 ). El poder necesita saber para ordenar. Quiere una teoría que ordene “el conocimiento de los seres según la posibilidad de representarlos en un sistema de nombres”( Michel Foucault. 2001. p. 158).
En el mundo estudiantil hay disputa de poder porque buscan la identidad. Y se deshacen del poder cuando reconocen identidades. Pero, ¿cómo ven las identidades los jóvenes en su devenir escolar? En una escuela grafiteada la violencia en contra de los profesores es inmanente. En las instituciones escolares en las que no hay grafiti el régimen de vigilancia, castigo y aplicación de los dispositivos de poder marcan la disciplina del poder escolar.
Somos nosotros
Hay maestros y compañeros de la escuela que se creen mucho. Con mucho varo. Sienten que lo tienen todo. Que lo saben todo. Con otras compañeras nos identificamos. Sentimos solidaridad. Tienen las mismas condiciones socioculturales. “No estamos de acuerdo con los chavos que grafitean en los baños”. “Ni en la escuela, en los salones”. “Se ve feo”. “Conocemos a quien grafitea dentro de la escuela. Le dijimos: ‘No te pases’. Pero nos respondió: ‘Me vale’. Nos han dicho de espacios o talleres para graffiti. Pero ¿cómo van a creer que vamos a aceptar? Desconfiamos. Porque después nos pueden acusar de que somos nosotros los que rayamos las paredes. Sí grafiteamos, pero en el barrio. Erika (Estudiante)
A contracorriente del sistema disciplinario, el cosmos de los jóvenes escolares puede implicar apoyarse y “descubrir nuevas formas de solidaridad y de generosidad, motivos para vibrar juntos, para expresar estrepitosamente el placer de estar juntos o para, según una expresión tribal entre las jóvenes generaciones, pasárselas ‘de pelos’. Expresión que significa literalmente ‘estallarse’, resulta atinada, pues pone énfasis en el fin de la fuerte identidad individual”(Michel Maffesoli. 2002. p. 239 ).
¿Qué es para los jóvenes el estudio, la escuela, los exámenes, sus amigos, el reglamento, la sonrisa, la calificación, el adulto? ¿Qué son y cómo se ven entre ellos? ¿Cómo viven su alteridad?
Comentario final.
Desde luego que no tenemos las respuestas. Éstas se tienen que buscar/encontrar en la misma experiencia escolar, entre los protagonistas, en el ser/estar cotidiano de los jóvenes estudiantes y los representantes del poder pedagógico.
Y en la calle.
Y en todos los espacios donde ellos, los jóvenes que deambularon/aprendieron en el salón de clase, logran Ser sin las normas institucionales de la escuela. En su diversidad que re-construyen. En la no linealidad de sus expresiones y prácticas culturales.
Bibliografía
Baudrillard, Jean. El otro por sí mismo. Ed. Anagrama, 1997.
Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. V. 2. Ed. Tusquets.1989.
Castoriadis, Cornelius. Los dominios del hombre. Ed. Gedisa. 1990.
Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Ed. S. XXI. 2001.
Lévinas, Emmanuel. El Tiempo y el Otro. Ed. Paidós. 1993.
vMaffesoli, M. “Tribalismo posmoderno. De la identidad a las identificaciones”, en Aquiles Chihu Amparán. Sociología de la identidad. Ed. UAM-Iztapalapa. 2002.Meneses, Gerardo (Comp.) Más amor pedagógico. Ed. Lucerna Diogenis. 2010


Fuente: http://desinformemonos.org/2011/01/mas-amor-pedagogico/




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