7 de agosto de 2007

Borges: El libro y la enseñanza oral

EL LIBRO
(Fragmento)
Jorge Luis Borges
De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.
En César y Cleopatra de Shaw, cuando se habla de la biblioteca de Alejandría se dice que es la memoria de la humanidad. Eso es el libro y es algo más también, la imaginación. Porque, ¿qué es nuestro pasado sino una serie de sueños? ¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado? Esa es la función que realiza el libro.

Yo he pensado, alguna vez, escribir una historia del libro. No desde el punto de vista físico. No me interesan los libros físicamente (sobre todo los libros de los bibliófilos, que suelen ser desmesurados), sino las diversas valoraciones que el libro ha recibido. He sido anticipado por Spengler, en su Decandencia de Occidente, donde hay páginas preciosas sobre el libro. Con alguna observación personal, pienso atenerme a lo que dice Spengler.


Los antiguos no profesaban nuestro culto del libro -cosa que me sorprende, veían en el libro un sucedáneo de la palabra oral. Aquella frase que se cita siempre: Scripta maner verba volat , no significa que la palabra oral sea efimera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto. En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano, alado y sagrado como dijo Platón. Todos los grandes maestros de la humanidad han sido curiosamente, maestros orales.


Tomaremos el primer caso: Pitágoras. Sabemos que Pitágoras no escribió deliberadamente. No escribió porque no quiso atarse a una palabra escrita. Sintió sin duda, aquello que la la letra mata y el espíritu vivifica, que vendría después en la Biblia. El debió sentir eso, no quiso atarse a una palabra escrita; por eso Aristóteles no habla nunca de Pitágoras, sino de los pitagóricos. Nos dice, por ejemplo, que los pitagóricos profesaban las creencias, el dogma, del eterno retorno, que muy tardíamente descubriría Nietzsche. Es decir, la idea del tiempo cíclico, que fue refutada por San Agustín en La Ciudad de Dios. San Agustin dice con una hermosa metáfora que la cruz de Cristo nos salva del laberinto circular de los estoicos. La idea de un tiempo cíclico fue rozada también por Hume, por Blanqui... y por otros tantos.

Pitágoras no escribió voluntariamente quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal, en la mente de sus discípulos. Aquí vino aquello de (yo no sé griego, trataré de decirlo en latín) Magister dixit (el maestro lo ha dicho). Esto no significa que estuvieran atados porque el maestro lo había dicho; por el contrario, afirma la libertad de seguir pensando el pensamiento inicial del maestro.(...)

Pero tenemos otros ejemplos: Tenemos el alto ejemplo de Platón, cuando dice que los libros son como efigies (puede haber estado pensando en esculturas o en cuadros), que uno cree que estan vivas, pero si se les pregunta algo no contestan. Entonces, para corregir esa mudez de los libros, inventa el diálogo platónico. Es decir, Platón se multiplica en muchos personajes: Sócrates, Gorgiras y los demás. También podemos pensar que Platón quería consolarse de la muerte de Sócrates pensando que Sócrates seguía viviendo. Frente a todo problema él se decía: ¿Qué hubiera dicho Sócrates de esto? Así, de algún modo, fue la inmortalidad de Sócrates, quien no dejó nada escrito, y también fué un maestro oral.

De Cristo sabemos que escribió una sola vez algunas palabras que la arena se encargó de borrar. No escribió otra cosa que sepamos. El Buda fue también un maestro oral; quedan sus prédicas. Luego tenemos una frase de San Anselmo: "Poner un libro en manos de un ignorante es tan peligroso como poner una espada en manos de un niño". Se pensaba así de los libros. En todo Oriente existe aún el concepto de que un libro no debe revelar las cosas; un libro debe, simplemente ayudarnos a descubrirlas.
Extraido de: BORGES, Jorge Luis. Borges oral. Alianza Editorial. Madrid. 1999. p. 9-12


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El presente fragmento sobre la conferencia acerca de El Libro de Borges, aborda indirectamente el tema de los grandes maestros orales: Habla de Pitágoras, Sócrates, Cristo y Buda; es decir de la importancia de la oralidad en la enseñanza. La enseñanza oral tan criticada en la actualidad, quizá porque se ve en ella como transmisión acritica de información o el dictado del curso, pero se olvida que la enseñanza oral debe generar el diálogo, el encuentro entre maestro y el discípulo, todo diálogo necesita de apertura y encuentro, el diálogo como camino hacia la busqueda de la verdad, es lo que debe motivar la acción educativa, las ideas pueden ser inscritas en los libros, pero solo seran ideas fecundas si se inscriben en los discípulos, entonces son ideas vitales, miestras estas perduran en los libros serán ideas potenciales. Las ideas pueden ser refutadas, pero el ejemplo dado en vida no. La coherencia de nuestra vida o nuestra praxis con nuestras ideas, es decir el ejemplo, no puede ser refutado.

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