17 de agosto de 2007

Al Maestro Emilio Barrantes con cariño



"Diría que no la escogí yo,
sino que la educación me escogió a mí"
(Emilio Barrantes)

Nació este ilustre maestro en la ciudad de Cajamarca, el 26 de octubre de 1903. Sus padres fueron Alfredo Barrantes Rodríguez y María Revoredo Goicochea. Realizó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Desde el colegio se distinguía por ser "alto, delgado, idealista e imaginativo, lector incansable, admirador fervoroso de las artes y las letras".

Su carrera de maestro la inició, propiamente, cuando ingresó en la Escuela Normal de Varones en 1927. Esta institución era de mucho prestigio en esa época y la profesión de normalista, una de las más elevadas en el país. Había sido fundada por el ministro del ramo, Jorge Polar, el 14 de mayo de 1905, y se confió su dirección al profesor belga Isidoro Poiry, traído especialmente para que iniciara en el perú la formación de verdaderos educadores.

Al año siguiente de su ingreso, La Escuela Normal se convirtió en Instituto Pedagógico Nacional, el cual con el paso de los años ha llegado a constituirse en la universidad nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle. En 1930, Emilio Barrantes obtuvo el título de Normalista de Segundo Grado. Tres años después fue nombrado director del CE Nº 484 de Palca, un pueblecito ubicado entre Tarma y Chanchamayo, donde permanecio cinco años. Durante ese período contrajo matrimonio en Lima con Graciela Barrantes Ganoza. Tuvieron dos hijos: Hugo y Emilio. Después fue profesor del colegio Santa Isabel de Huancayo durante tres años. Trasladado a Lima, posteriormente, ejerció la docencia en el colegio Alfonso Ugarte. Simultáneamente siguió estudios en la Sección Pedagógica de la facultad de letras de la universidad de San Marcos y obtuvo el grado académico de doctor en pedagogía, en 1946.

Creada la Facultad de Educación en la UNMSM, fue designado catedrático de Metodología y Práctica de la Enseñanza de la Historia y de PedagogíaGeneral. Fue Jefe del Departamento de Prácticas Docentes y Decano de la Facultad de Educación durante dos períodos (1956-1961 y 1964-1967), solicitando su subrogación de la cátedra en 1968.


En 1969 el Ministerio de Educación Pública lo eligió Presidente de la Comisión de Reforma de la Educación que entregó los resultados de su trabajo en 1971. Este mismo año ejerció la presidencia de la Junta Permanente de Coordinación Educativa y de la Comisión de Estudio de la Situación del Magisterio.



Representó al Perú en eventos internacionales sobre temas educativos y presidió la delegación peruana a la XVIII Asamblea General de la UNESCO en 1974. Ha merecido las Palmas Magisteriales de Primera Clase en 1965, el Premio Nacional de Fomento a la Cultura en 1965, la distinción de catedrático Emérito de la UNMSM en 1968 y los doctorados honoris causa de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle en 1993 y de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega en 1997, entre otras condecoraciones.


Falleció el 24 de Julio del 2007, a la edad de 103 años. Descanse en paz Dr. Emilio Barrantes Revoredo.

Pensamiento Pedagógico


Las ideas pedagógicas de Emilio Barrantes están intimamente vinculadas con su vida y con su obra; se caracteriza por su modernidad, su amor profundo a la obra educativa y su manifiesta vocación humanista.

"La educación es un proceso de estimulación, de nutrición y de cultivo"-dice el maestro. Es un proceso interior que favorece el desarrollo de su personalidad y las potencialidades de cada uno, su autodominio y su adaptación a la comunidad". "Actúa sobre lo íntimo del hombre, favorece en él la toma de conciencia y compromete su participación en la tarea común". "La educación auténtica no pretende imponer una forma, sea cual fuere, sino favorecer el desarrollo del ser en su integridad con el mayor equilibrio posible".

En un capitulo de su Breviario de la educación, señala: La educación es un proceso humanización por excelencia. Entre profesores y alumnos se genera un vínculo de comunicación cordial para la comprensión, el estímulo y la mejora humana". Por eso, cuando nos habla de su filosofía de la escuela, sostiene que esta es "la comunidad de maestros y alumnos que persigue el perfeccionamento de sus miembros, por medio de la actividad en un ambiente de comprensión y de amor". "Se trata de un conjunto de seres - en la plenitud de su vigor los menos, en el inicio de su existencia los más- que conviven para el mayor beneficio de sí mismos, que es como decir de la comunidad. Comunidad de amor, preferentemente, y, por tanto, de lazos tan fuertes y virtud tan fecunda, que sólo puede superarla el hogar y compartir con ella, en el grado que corresponda a su autenticidad, el papel de salvador y mantenedor del tesoro espiritual que cada hombre trae consigo..."

Sabemos que es en la escuela donde los niños y los adolescentes adquieren conocimientos y hábitos útiles, cultivan sus aptitudes, se adaptan a la sociedad y van poniendo las bases de lo que será en el futuro, su oficio o su profesión. Asimismo, la escuela se encarga de conservar la tradición del grupo social, armonizádola con los adelantos científicos y tecnológicos de nuestra era, a fin de mantener actualizados a nuestros alumnos en las nuevas ideas, sucesos, invenciones, para que puedan desenvolverse satisfactoriamente en su comunidad.

Para nuestro ilustre educador, la escuela adquiere el carácter de un hogar espíritual y "cada día debe ser una buena oportunidad para la convivencia enaltecedora, para el diálogo esclarecedor, para la satisfacción perdurable". Naturalmente, esto solo puede lograrse cuando existe ambiente familiar, trato amable, tolerancia y afecto entre sus miembros.

En la Escuela humana, Barrantes manifiesta lo siguiente: "La escuela es la prolongación del hogar, como la educación lo es del amor maternal. La poderoza fuerza instintiva que aproxima a dos seres de distinto sexo y los lleva a la unión íntima, al servicio de la perduración de la especie, se corona, en lo humano, de sentimiento, y llega, en muchos casos, a convertirse en amor puro o espiritual. Ocurre también que ese amor, libre de la sujección que impone el atractivo del sexo contrario, se transforma en amistad o se extiende generoso y amplio, hasta abarcar un grupo o una comunidad. Hay quienes aman su aldea y los hay que ponen su amor en su infancia, la juventud o el pueblo, sin que falte el caso del que se siente atado por este vínculo al arte, la literatura, la filosofía, la historia o la investigación científica.

"Es indudable que el amor es la fuerza más fecunda y que las mejores obras del hombre se deben a su influjo y no habrían podido ser concebidas siquiera sin su participación". "Hay que amar, pues, aquello a que uno se dedica: al musico, la música; el pintor, la pintura; el educador, la obra educativa; aquello de que uno forma parte: el vecino; la aldea; el hombre, la humanidad. Hay que crear y alimentar las cosas con el sagrado fuego del amor, y que sean sentimiento cálido antes de ser obra con forma ante nuestras ojos o en nuestras manos".

"La madre que ve sus sueños y su pasión, su anhelo profundo y su destino cabal convertidos en un ser que se hecha a andar por el mundo, es un ser desprendido de ella misma, que alcanzó vida propia también, no podrá menos que sentir, si el aliento de la comprensión se alza sobre su tarea terrena, que ese amor se traduce en previsiones y cuidados, en instancias y estímulos, en dirección y cultivo, es decir, en educación".

En lo que concierne al maestro, cuya personalidad es decisiva en el proceso educativo, don Emilio, en su Brevario de la educación, dice: "Si quiere educar debe ser, ante todo, un educador. Y para que se pueda considerar como tal es indispensable que piense en los demás antes que en sí mismo, que encuentre su mayor satisfación en ayudar y servir a sus semejantes y que su propio perfeccionamiento se vierta en pensamientos y en obras que tengan que ver con el bien común".

"Se diría que la vocación del educador es una vocación juvenil porque en ella resaltan el entusiasmo, la pasión generosa, el desinterés personal, el afan de aprender y alcanzar la mejora humana, la pureza de las intenciones y la nobleza del espíritu".

El trabajo del maestro exige un sentido social y, al mismo tiempo "una actitud favorable al rigor científico cuando se trata del conocimiento, que implica la eliminación de prejuicios, ideas anticipadas, opiniones propias o ajenas, simpatías o antipatías, en pos de la objetividad". "También es exigible la honestidad intelectual. Hay que tener en cuenta los límites de la propia capacidad, el sentido del deber y la insatisfacción ante la tarea cumplida, siempre suceptible de perfeccionamiento. No hay que olvidar, además, que el papel de profesor es de orientación, ayuda, guía y estímulo para que el educando realice su labor merced al esfuerzo propio".

"Quien se dedica al estudio pedagógico debe tener en cuenta que la teoría y práctica no coinciden siempre, que la realidad es variada y cambiante, que hay tiempos distintos y tiemp0s nuevos y que no existe nada que sea lo suficientemente fuertemente para detener el proceso de la evoluciñon social. Finalizados los estudios, el nuevo profesional tendrá que haberselas con determinadas condiciones, algunas veces desagradables e imprevistas, a las que tendrá que hacer frente para conciliar lo ideal con lo real".

"La educación es, en buena cuenta, una proyección de la comunidad sobre cada uno de sus miembros y, por supuesto, un instrumento comunal y estatal de la mayor importancia. Lo esencial de la cultura que un pueblo ha sido capaz de crear debe mantenerse y esto es obra de la educación. El educador, por tanto, debe conocer su país, comprenderlo y amarlo, sin exclusiones, porque a través de lo propio se puede comprender lo ajeno".

"Si se me preguntara qué me agradó más en San Marcos, contestaría de inmediato que fue mi contacto diario con los jóvenes, el diálogo que mantenía con ellos, la oportunidad en que me encontraba de escucharlos, de orientarlos y de servirles. La juventud necesita ser comprendida y orientada, por encima de cualquier consideración. Lo primero, por sus notorias diferencias con los adultos a causa de su edad, de los cambios ocurridos en el ambiente social y cultural, de sus conflictos con el medio, de sus problemas, de su anhelo de libertad, lo segundo, a causa de su falta de experiencia y de madurez, de información y de asistencia adecuada."

"Naturalmente, nada de esto es posible si el profesor tiene las limitaciones de su especialidad, si no hay comunicación humana y sie en esta comunicación no campean la sinceridad, la sencillez, la cordialidad, el respeto mutuo, el amor a la educación, a la juventud, al país.


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El 24 de Julio del 2007, a la edad de 103 años, falleció el Maestro Emilio Barrantes Revoredo. Ilustre maestro peruano, cuya vida es un digno ejemplo a seguir por las nuevas generaciones de jovenes maestros peruanos, los cuales tenemos el deber de continuar con su noble labor educativa.

Fuentes Bibliográficas:

Pagina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos sobre Emilio Barrantes.
Extraido de Ministerio de Educación. Grandes Educadores Peruanos. Lima. 2003. pg. 85-107."Emilio Barrantes. Un Autentico Educador" de María Isabel de Paz de Velarde.



2 comentarios:

David Maturana Céspedes dijo...

Sin duda un gran Maestro y que bueno lo puedan valorar.

Silvana Martinez dijo...

Docorcito !
sin duda siempre estaremos juntos siempre seremos amigos lo extraño demasiado .... me enorgullece averlo conocido gracias por ser un gran amigo para mi... siempre me protegio simepre estubo para mi cuando lo necesite ... nunca olvidare eso juegos de damas que era tipico cada tarde de visita... esos chistes suyos tan elocuentes...su preocupacion por los niños del Peru.. ahora ys nunca mas estaremos mas juntos ..pero simpre lo recuerdo........ de mil amores ..... con cariño profundo silvana