A la memoria de Enrique Paz Castillo
Hay personas que la vida pone en
nuestras vidas y con quienes compartimos un breve trayecto juntos para luego separarnos,
y seguir nuestros propios caminos, pero su influencia y los momentos compartidos
quedan en nosotros para siempre. A Enrique Vladimir Paz Castillo lo conocí en
la Universidad Nacional de Trujillo, en el segundo año de la carrera de Educación
Secundaria, en la especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales. Estudiante
atípico, enamorado de la India, gran lector y amante de los libros, persona muy
culta, asiduo de las charlas en los cafés en la calle Pizarro, impulsivo a la
hora de defender lo que consideraba la Verdad, estudioso de las diversas religiones
y tradiciones espirituales del mundo, metafísico, güenoniano y en ese sentido
estudioso de la Tradición, filósofo (aunque ese adjetivo, solo lo hubiese
aceptado con recelo, y en tanto, representante de la filosofía perennis), como todo intelectual, despistado en las cosas
cotidianas, un gran amigo y una persona con una gran integridad moral. Enrique consideraba
que lo propio del hombre era su carácter espiritual, y esta vida consistía en
un camino y una oportunidad para buscar a Dios. Consideraba que existía una
unidad trascendente en las religiones, por lo que Dios es uno y se manifiesta de
diversos modos, en las diversas religiones y tradiciones espirituales. Compartimos
los diversos gratos e ingratos momentos de la vida universitaria trujillana, la
búsqueda de la Verdad en la tradición musulmana, de la cual nos distanciamos
posteriormente. A fines del año 2015, me visitó en Lima, había cumplido su
sueño de viajar a la India, ya un par de veces, y seguir con aquella búsqueda
que fue su vocación, la búsqueda de la Verdad. En esta edad oscura (Kali Yuga),
como le gustaba decir, Enrique fue un hombre, que buscó la grandeza de lo
humano, en su carácter divino, fue un buscador de Dios… Lamentablemente, no
pude enterarme de su enfermedad a tiempo, ni pude acompañarlo en sus últimos días.
Adiós mi estimado amigo, quiero creer que al fin has encontrado aquello que
buscabas con tanta pasión, y que se ha develado para ti el velo de Maya.