30 de julio de 2009

A PROPÓSITO DE VALLEJO Y HEIDEGGER.



El poema de Cesar Vallejo pertenece al poemario Poemas en Prosas y a continuación lo transcribo:

No vive ya nadie…– No vive ya nadie en la casa ­–me dices–; todos se han ido. La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues, que todos han partido.
Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre. Ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra y acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres como una tumba. Da aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la según está tendida.
Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad। Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continua en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto.

La conferencia de Martin Heidegger se denomina “Construir Habitar Pensar” (“Bauen Wohnen Denken”) de la cual extraeré algunas ideas que abran caminos para reflexionar el poema citado y alguna ruta alterna de pensamiento.
Para Heidegger, lo propio del hombre, es el habitar। Habitar es el modo como son los mortales sobre la Tierra.


«El modo como tú eres y yo soy, la manera según la cual somos los hombres sobre la Tierra Es el Buan, el habitar। Ser hombre quiere decir: ser como mortal sobre la Tierra, quiere decir: habitar»
Este hecho que afirma Heidegger, se nos presenta de modo claro y distinto, pero es precisamente la claridad y distinción lo que vela el significado profundo de la afirmación de Heidegger.
¿Qué es el habitar?
La experiencia socrática nos ha enseñado a no desdeñar este tipo de preguntas, pues precisamente porque creemos saber ya lo que es habitar un acto tan cotidiano y habitual, y por ello, pienso que la pregunta misma es provocadora, pues denuncia nuestra posible ignorancia acerca de lo que es habitar, nuestro olvido de aquello que es lo propio del hombre, y a su vez, dicha pregunta busca ser un punto de partida। Pues no basta con afirmar que lo propio del hombre es el habitar, sino desentrañamos la esencia de este habitar
A continuación examinemos el poema de Vallejo:
– No vive ya nadie en la casa ­–me dices–; todos se han ido। La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues, que todos han partido.
El poeta repite lo dicho por su interlocutor, lo dado es simplemente una casa deshabitada, lo visible a los ojos, es la ausencia de los habitantes y una casa solitaria, pues todos han partido।

Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda। El punto por donde pasó un hombre. Ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.
Pero el poeta contempla lo dado, dicha casa solitaria, de manera distinta, desde el ámbito de lo humano, el poeta sabe que toda verdadera ausencia, es signo de una presencia, que la soledad humana, es ausencia de una presencia। Y que un lugar es aquel donde el hombre habita. Un lugar solitario, no es aquel donde la presencia de los hombres se hizo manifiesta, sino que la soledad de las cosas, si es que cabe hablar de una soledad de las cosas, reside en la ausencia de la relación con lo humano.

Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra y acero, pero no de hombres। Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla.

Lo propio de una casa, del hogar no es lo que llamaríamos su causa material, es decir, los elementos utilizados para su construcción, sino su habitabilidad। Lo propio de una casa es ser habitada por hombres, por ello una casa solo viene al mundo cuando los hombres la habitan. Según Heidegger construir es ya habitar, y el habitar se despliega como construir que cuida, y en el construir que edifica construcciones; por ello una casa nueva no habitada es una casa fría y muerta, en cambio una casa vieja, que ha sido habitada por los hombres, conserva aquella calidez propia del habitar humano.

Una casa vive únicamente de hombres como una tumba। Da aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la según está tendida.

La muerte del hombre según el poeta se halla en relación a la tumba, siguiendo las ideas del filósofo podríamos decir que la muerte trae consigo el fin del habitar, el habitar por lo tanto es un tránsito; por otro lado, la vida en cambio se halla en relación con el mundo, con el habitar humano.

El habitar en toda su amplitud, se nos muestra tan pronto como pensemos que el ser-hombre descansa en el habitar y, ciertamente, en el sentido de la morada de los mortales sobre la Tierra.

Heidegger entiende que el habitar solo es posible en relación a las cosas y esto implica la protección de lo que denomina lo cuadrante [das Geviert], que según su decir, corresponde a la originaria unidad entre Tierra y Cielo, los Divinos y los Mortales. El hombre habita “sobre la Tierra” quiere decir ya “bajo el Cielo”. Ambos mientan también, “permanecer ante los divinos” e incluye un “perteneciendo a la comunidad de los hombres”.

«El habitar protege lo cuadrante, llevando su esencia a las cosas. Mas, las cosas mismas albergan lo cuadrante, sólo si y cuando ellas mismas en cuanto cosas son dejadas en su esencia».

«Pero el rasgo fundamental del habitar es el proteger. Los mortales habitan de manera que ellos protegen lo cuadrante en su esencia. Según eso, el proteger es cuádruple».

El habitar la Tierra implica salvar la tierra, pero salvar significa propiamente: liberar algo en su propia esencia; el habitar la Tierra no es hacer de ella un medio de explotación, como hace el sistema vigente:

«Salvar a la tierra es más que sacarle provecho, o pues, trabajarla excesivamente। El salvar a la tierra, no domina a la Tierra y no hace esclava a la Tierra, de donde sólo hay un paso hasta la explotación sin límites.
Heidegger continúa diciendo:

«Los mortales habitan en cuanto acogen al Cielo en cuanto Cielo। Dejan su curso al Sol y a la Luna, su ruta a las estrellas, a las estaciones del año su bendecir y su inclemencia, no convierten la noche en día y el día en fatiga llena de ajetreos.»

Con respecto a los divinos y los mortales Heidegger nos dice:

Los mortales habitan en cuanto esperan a los divinos en cuanto divinos। Esperando mantienen contrapuesto a ellos, lo inesperado. Aguardan la señal de su llegada y no desconocen los indicios de su falta. No se hacen sus dioses y no practican culto de ídolos. En la desgracia esperan aún la gracia retraida.
Los mortales habitan en cuanto que a su propia esencia, que es tener el poder de la muerte en cuanto muerte, la conducen hacia el uso de ese poder para que sea una buena muerte। Los mortales guiados hacia la esencia de la muerte no significan, de ningún modo, poner como meta la muerte en cuanto vacía nada; tampoco mienta el entenebrecer el habitar por medio de un ciego poner la vista en el fin.

Heidegger nos dice: En el salvar la Tierra, en el acoger al Cielo, en el Esperar a los divinos, en el guiar de los Mortales, se acontece el habitar en cuanto cuádruple proteger de lo cuadrante.
La reflexión de Heidegger concluye señalando un camino, que él ha transitado, y hasta el cual él nos ha acompañado concluirá diciéndonos

La autentica penuria del habitar no consiste ante todo en que falten habitaciones (…) , la auténtica penuria del habitar estriba en que los mortales tendrían ante todo que buscar nuevamente la esencia del habitar, en que ellos tendrían que aprender ante todo a habitar


Pero, ¿de qué otra manera podrían los mortales corresponder a ese aliento que intentando ellos por su parte, por sí mismos, llevar el habitar a la plenitud de su esencia? Realizan eso si construyen por el habitar y piensan para el habitar।


El poeta ha visto en la ausencia de una casa deshabitada, la presencia de los habitantes, de las acciones de los hombres que la habitaron, ha señalado la relación entre la vida y la muerte, entre la casa y la tumba, el filósofo nos ha dicho que el habitar es lo propio del hombre, y aún así, los hombres, habitamos este mundo sin ser conscientes de ello, quizá en realidad solo sobrevivamos en este mundo y no lo habitemos; los hombres, o los mortales, tendrán que aprender ante todo a habitar el mundo।

Los hombres deberán aprender entonces a “salvar la Tierra”, acoger al Cielo, esperar a los divinos y guiar de los Mortales। Nuestro habitar se halla imposibilitado por el olvido y el descuido de lo cuadrante [das Geviert], por la destrucción y depredación de la Tierra, por la saturación y la aceleración de nuestro ritmo de vida, por el olvido de lo sagrado y lo espiritual. Buscamos restablecer el habitar auténtico entre los hombres; la realización de lo político, la búsqueda de una sociedad mejor; pero dejamos de lado, los tres elementos anteriores. La presente reflexión busca introducir; el habitar dentro del ámbito de lo digno-de-ser-preguntado y de lo digno-de-ser-pensado.