23 de julio de 2008

Notas en torno a Johann Gottlieb Fichte


En el presente ensayo busco esbozar algunas ideas sobre la vida y el pensamiento filosófico de Johann Gottlieb Fichte (1762-1814). La figura de Fichte ha sido eclipsada por dos grandes representantes de la filosofía clásica alemana como son: Kant y Hegel. Por mucho tiempo el estudio de su filosofía, junto con la de Schelling, ha sido realizada únicamente como un estudio previo y necesario para comprender el transito de Kant a Hegel. El esquema clásico de interpretación del idealismo alemán es el siguiente: el idealismo subjetivo de Fitche habría sido corregido y complementado por el idealismo objetivo de Schelling; para ser unidos y superados por Hegel con su idealismo absoluto. Esta interpretación, no es del todo exacta, debido a «que ni Schelling, ni Hegel conocieron la mayoría de las obras del Fichte tardío, y a su vez Hegel no conoció las obras de Schelling tardío. En realidad cada uno de los tres representantes del idealismo alemán llegó a un resultado propio, que se distingue propiamente del resultado de los otros»[1]. A continuación presentamos un breve biografía de nuestro autor.

Johann Gottlieb Fichte nació el 19 de mayo de 1762 en Rammenau, en el seno de una familia pobre. Gracias al barón von Militz Fichte pudo estudiar en la Escuela de Pfortfa. El aristócrata quedó maravillado al oír que el joven muchacho repetía a la perfección un sermón al cual von Militz no había podido asistir, comprendió que se encontraba ante una excepcional inteligencia y decidió brindarle su ayuda. En 1780 Fichte se matriculó en la facultad de teología en Jena para luego estudiar en Leipzig. Fichte se ganó la vida dando clases particulares. En su juventud Fichte se adscribió a la filosofía determinista, un clérigo le recomendó una edición de la Ética de Spinoza con la refutación de Wolf para que abandonara su determinismo, pero la lectura de Spinoza produjo el efecto contrario. En 1790 el descubrimiento de la filosofía kantiana constituyó para él una autentica revelación y fuente de inspiración.

Fichte comprendió tan bien el pensamiento de Kant que estuvo en condiciones de escribir una obra titulada “Ensayo de una critica de toda revelación” en la que aplicaba a la perfección los principios del criticismo y que presento al miso Kant en Königsberg. El texto sería publicado en 1792 y atribuido a Kant en un inicio, quien luego daría conocer el nombre del joven autor. En 1794, Fichte es nombrado profesor en la Universidad de Jena, por recomendación de Goethe. A estos años pertenecen sus obras de mayor resonancia “Fundamentos de la doctrina de la ciencia” (1794), “Los discursos sobre la misión del docto” (1794); los Fundamentos del derecho natural (1796) y el Sistema de la doctrina moral (1798). Debido a su Ensayo sobre el fundamento de nuestra fe en un gobierno divino del mundo de 1798 recae sobre él una acusación de ateismo, situación que lo lleva a abandonar la Universidad de Jena en 1799.

Fichte se trasladó a Berlín donde trabó amistad con los románticos (Schlegel, Scheleiermacher, Tieck) dio clases particulares para ganarse el sustento. En 1805 fue llamado a la universidad de Erlangen, que abandonó después de la paz de Tilsit, ya que dicha ciudad fue perdida por Prusia.

A partir de 1805-1806 se acentúa al aspecto religioso en sus obras. Su activo compromiso cultural y político, así como el programa que trazó en los “Discursos al a nación alemana” de 1808, le concedieron nueva notoriedad. En 1810, al ser fundada la universidad de Berlín, el rey le llamó para que ocupase una plaza de catedrático, luego sería nombrado decano de la Facultad de Filosofía. Y entre 1811 y 1812 sería rector de la universidad. Murió en 1814.

* * *

Se podría sostener que Kant es el punto de partida de la filosofía fichteana y Fichte es el punto final de la filosofía kantiana. Inmediatamente después del descubrimiento de Kant, Fichte escribe: «Me he sumergido en la filosofía, es decir, en la filosofía de Kant. Allí he encontrado la medicina que cura de raíz mis desasosiegos, y adema una alegría inacabable... Ahora creo firmemente en la libertad del hombre y veo con claridad que el deber, la virtud y la moral en general, solo son posibles en el caso de que la presupongamos... Después de haber leído la Critica de la razón práctica, me parece vivir en otro mundo. Echa por tierra afirmaciones que creía irrefutables, demuestra tesis que creía indemostrables, como por ejemplo el concepto de libertad absoluta, de deber, etc.»[2]

Fichte parte de la revolución copernicana introducida por Kant en la filosofía del conocimiento. «He dicho desde siempre, y lo repito aquí, que mi sistema no es el kantiano. Esto quiere decir que contiene el mismo modo de ver el asunto. pero que es en su modo de proceder totalmente independiente de la exposición kantiana.”[3]

Pero Fichte estaba convencido de que la filosofía de Kant estaba inconclusa: «Tengo la plena convicción –afirma – que Kant se limitó a indicar cuál es la verdad, pero ni la expuso ni la demostró. [...] Hay sólo un hecho originario del espíritu humano que sirva para fundamentar toda la filosofía en sus partes, la teórica y la práctica. Kant lo sabe con certeza, pero no lo dijo en ningún lugar, quien lo descubra elevará la exposición de la filosofía al grado de ciencia»[4]. Agrega Fichte: «Kant posee la verdadera filosofía, pero solamente en sus resultados, no en los principios capaces de fundarla. Tiene un genio que le revela la verdad sin mostrarle las razones. Creo que dentro de unos años tendremos una filosofía que por su evidencia podrá competir con la geometría»[5]

Para Fichte, Kant proporcionó todos los datos para construir el sistema, pero no lo construyó. Fichte quiere elevar el rango de la filosofía a ciencia, para ello es necesario elaborar un filosofía cuyo punto de partida sea un principio absoluto e indeterminado, del cual se pueda ser deducido todo un sistema[6] de proposiciones coherentes; el objetivo principal que mueve a Fichte a elaborar dicho sistema es el fundamentar el conocimiento humano. La primera misión de la filosofía es establecer la «ciencia del conocimiento». Tal es la empresa que intentó Fichte en su obra Doctrina de la Ciencia, publicada en 1794.

Fichte explica en su Primera introducción a la teoría de la ciencia[7] que es necesario partir del análisis de nuestra propia conciencia. «Fíjate en ti mismo. Desvía tu mirada de todo lo que te rodea y dirígela a tu interior.» [8] Fichte sostiene todo hombre posee representaciones o “determinaciones inmediatas de la conciencia” Fichte distingue dos clases de representaciones: 1) representaciones acompañadas del sentimiento de libertad y 2) representaciones acompañadas del sentimiento de necesidad o experiencia. Con respecto al primer tipo de representaciones estas dependen de uno mismo, por ello el fundamento esta en nosotros mismos, pero con respecto al segundo tipo de representaciones que provienen del exterior y sólo se imponen a nuestra conciencia mediante la experiencia; es necesario que estas representaciones sean fundamentadas. Fichte sostiene que corresponde a «la filosofía ha de indicar el fundamento de toda experiencia.»[9]

El fundamento de la experiencia, no puede provenir de la misma experiencia, sino de algo que trascienda la experiencia. Por ello el filosofo debe analizar la experiencia y abstraer en ella sus dos elementos fundamentales que se encuentran unidos que son el pensar y lo pensado; que Fichte denomina “conciencia en sí” o la “cosa en sí”. Para Fiche el fundamento de la experiencia, se puede llevar a cabo desde dos sistemas opuestos que se excluyen entre sí, se puede intentar explicar la experiencia como un producto de la inteligencia en sí como hace el idealismo , o fundamentar la experiencia como en efecto de la cosa en sí, como hace el dogmatismo, que para Fichte conduce al materialismo y al determinismo.

Fichte señala la irrefutabilidad de ambos sistemas por su opuesto. La discusión entre ambos es imposible, pues parten de principios distintos. «Ninguno de estos dos sistemas [idealismo y dogmatismo] puede refutar directamente al opuesto, pues la discusión entre ellos es una discusión sobre el primer principio, que ya no puede deducirse de otro. Cada uno de los dos refuta el del otro, sólo con que se le conceda el suyo. Cada uno niega todo al opuesto, y no tienen absolutamente ningún punto en común, desde el cual pudieran entenderse el uno al otro y ponerse de acuerdo. Aun cuando parecen estar acordes sobre las palabras de una proposición, cada uno las toma en sentido distinto»[10].

Si hubiera la posibilidad de hablar de una pregunta cardinal en Fichte, creo que se formularia de la siguiente manera: «La discusión entre el idealista y el dogmático es propiamente ésta: si debe ser sacrificada a la independencia del yo la independencia de la cosa, o a la inversa, a la independencia de la cosa la del yo.»[11] Vemos como en Fichte dicha pregunta posee un carácter gnoseológico-ético, o la conciencia determina las cosas, o las cosas determinan a la conciencia, no sólo en el ámbito teórico o del conocimiento sino también en el campo práctico o de la moral, pero la respuesta que demos a esta interrogante trasciende el carácter ético y gnoseológico tiene un alcance ontológico, por ello señala que de ambos términos uno es independiente y primario mientras que el otro es dependiente y secundario: «Puede existir, sin duda, la representación de la independencia del yo, y la de la cosa, pero no la independencia del uno y de la otra juntamente. Sólo uno de los términos puede ser lo primero, lo inicial, lo independiente; aquello que es lo segundo viene a ser necesariamente, por ser lo segundo, dependiente de los primero , con que debe ser unido»[12].

¿Cómo responder a esta pregunta? Si la respuesta tiene que ver con la elección del principio que fundamentará nuestro sistema, y no es posible justificar esta elección mediante una demostración, pues toda demostración presupone un principio, pero un principio, si es tal, es indemostrable, ya que todo principio se fundamenta a sí mismo. Por ello, para Fichte, dicho problema no se resuelve en el ámbito teórico, sino en el ámbito práctico o moral. Para Fichte «el tipo de filosofía que se hace depende del tipo de hombre que se es». Según Fichte el idealista opta por la libertad del espíritu frente a las cosas, mientras que el dogmático sacrifica la libertad del espíritu a las cosas.

El dogmatismo parte afirmando la existencia de una “cosa en sí” independiente de nuestra conciencia. Esta afirmación es indefendible según Fichte ya que todo objeto se halla siempre en relación a una conciencia. Por ello es la conciencia quien determina a las cosas y no al revés. Al afirmar el carácter primario de las cosas, el materialismo mecanicista, tendrá que explicar como a partir de las cosas surge la conciencia, lo cual para Fichte es imposible y además el resultado inminente de esta postura es el determinismo. Por ello el dogmático sacrifica la libertad del espíritu a las cosas.

Según Fichte el idealismo trascendental opta por fundamentar el sistema de la experiencia por la inteligencia en sí. La Doctrina de la Ciencia, se inicia con la intuición intelectual del Yo puro por parte del filósofo. Dicho acto debe ser realizado por la persona libremente. Para ello, nuestro yo individual debe reflexionar u observar nuestros pensamientos, darnos cuenta que así como existe lo pensado, que son las ideas o representaciones, existe como un hecho, para nosotros, un yo el cual es para sí mismo actividad pura, dicha actividad solo es observable mediante una intuición intelectual. «Este intuirse a sí mismo pedido al filósofo al llevar a cabo el acto mediante el cual surge para él el yo, lo llamo intuición intelectual. Es la conciencia inmediata de que actúo y de qué actuación. Es aquello mediante lo cual sé algo porque lo hago. Que hay semejante facultad de intuición intelectual, no puede demostrarse por medio de conceptos, ni lo ella sea sacarse de conceptos. Cada cual ha de encontrarla inmediatamente en sí mismo o nunca podrá conocerla.»[13]

En el idealismo trascendental «yo debo partir en mi pensar del yo puro y pensar éste como espontaneidad absoluta, no como determinado por las cosas, sino como determinante de las cosas. El concepto del actuar, que sólo se hace posible por medio de esta intuición intelectual del yo espontáneo, es el único que une los dos mundos que existen para nosotros, el sensible y el inteligible».[14] El yo puro no es un ente activo, es actividad pura.

Para Fichte la inteligencia actúa siguiendo leyes que le son necesarias, son éstas leyes inmanentes a la conciencia la que dan el carácter necesario a nuestras representaciones en el sistema de la experiencia. De este modo fundamenta la experiencia el idealismo trascendental. Para Fichte la realidad es producida por el Yo Puro de manera inconsciente, por el poder de imaginación productiva, es decir, el Yo Absoluto e incondicionado, que es actividad incesante, pone al No-Yo o naturaleza, como un obstáculo que el Yo finito tiene que superar ya sea en el ámbito del conocimiento o en el ámbito moral. El filósofo deberá aprehender mediante intuición intelectual el yo puro y reconstruir su actividad productiva en movimiento hacia la autoconciencia.

El yo puro de Fichte no es un ser finito e individual, sino una actividad infinita (mejor dicho ilimitada) que en sus últimos escritos Fichte identificará con Dios. Ante las críticas de sus opositores sobre la naturaleza individual del yo, Fichte sostiene, «su yo, en el sentido en que toman la palabra, es decir, su persona individual, es el fin último de su actuar; por ende, también el límite de su pensar claro. Ésta es para ellos la única sustancia verdadera y la razón un accidente de ella». En cambio para nuestra doctrina de la ciencia «es la razón lo único en sí y la individualidad es sólo accidental; la razón, fin, y la personalidad, medio; la personalidad, sólo un modo particular de expresar la razón, que tiene que perderse cada vez más en la forma universal de ésta. Solo la razón es para ella eterna; la individualidad debe perecer incesantemente.»[15]

Quisiera culminar el presente ensayo con la siguiente cita, que expresa el pensamiento de Fichte con respecto al destino del hombre: «El último fin del hombre es elevarse sobre todo propósito irracional, y perseverar libremente en la realización de su propia ley; último fin que es y será insuperable, mientras el hombre sea hombre y no se convierta en Dios. Es nota esencial del concepto hombre que su último fin sea inabordable, y el camino que a él conduce sea infinito.» [16] Para Fichte el fin del hombre es fundamentalmente moral, aspiración de perfección infinita que nos conduce hacia el infinito.

Mirko Díaz Sánchez.


[1] BRUGGER, Walter. Diccionario de Filosofía. Herder. Barcelona. 1986. p.
[2] REALE, Giovanni, ANTISERI, Darío. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Tomo III. Herder. Barcelona.1999. p. 68.
[3] FICHTE, J. G. Introducción a la teoría de la ciencia. Sarpe, Madrid. 1984 p. 27.
[4] REALE, Giovanni, ANTISERI, Darío. Ob. Cit. p. 68-69.
[5] VERNEAUX, Roger. Historia de la Filosofía Moderna. Herder. Barcelona. 1999. p.208.
[6] Lukacs sostiene que «el problema del sistema nace en la era moderna, por ejemplo, con Descartes y Spinoza, y se convierte cada vez más, desde Leibnitz a Kant, en una exigencia metodológica consciente» (...) «la exigencia de que cada singular momento del sistema pueda ser generado por su principio fundamental y sea exactamente previsible y calculable sobre la base de este principio (Lukacs, 152-153) OCARIZ BRAÑA, Fernando. El marxismo. Teoría y práctica de una revolución. Ediciones Palabra. Madrid. España. 1975. p. 22
[7] Ensayo que fuera publicado en 1797, con la intención de exponer con más claridad los principios de su Doctrina de la Ciencia.
[8] Fichte, Ob. Cit, p. 28-29.
[9] Idem, p. 31
[10] Idem, p. 40.
[11] Idem, p. 43.
[12] Idem, p. 44
[13] Idem, p. 83
[14] Idem, p. 88
[15] Idem, p. 153.
[16] Fichte. J. G. El Destino del Sabio. Tor. Buenos Aires. s/a. p. 28.