19 de enero de 2008

Sócrates: verdad y democracia griega.


En una sociedad democrática que tiene como principios de igualdad de todos los hombres, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, la tolerancia. Es posible la búsqueda de la verdad por encima de los intereses políticos. Veamos el caso de Sócrates.
La igualdad democrática, implícita o explícitamente niega cualquier tipo de autoridad intelectual, ya que la validez de una afirmación no recae en su adecuación a la realidad, sino en la libertad e igualdad de todo hombre de tener sus propias opiniones sean estas erróneas o verdaderas. La Grecia antigua, vivió aquel hecho, Protágoras, diría el hombre es la medida de las cosas, expresando el ideal democrático de los griegos, los ciudadanos eran iguales más no los esclavos; y el mismo valor tenían sus opiniones. Sócrates comprendía claramente que afirmar que el hombre era la medida de todas las cosas, era justificar el relativismo y anarquía intelectual que reproduciría en los hombres solo más ignorancia y orgullo. Combatió a los sofistas haciéndoles ver las inevitables contradicciones que encierra el relativismo, para Sócrates la sabiduría no era algo dado a los hombres, sino que era algo que todo ser humano que tuviera las condiciones materiales y espirituales podía cultivar. Lamentablemente, el discurso socrático, estaba condenado al fracaso, ya que en una democracia toda afirmación es reducida a mera opinión, y toda afirmación puede ser anulada por su opuesta. De esta manera se postula que nadie puede afirmar una verdad que sea valida para los demás hombres, sino que toda verdad es valida solo para aquel que la afirma. Sócrates creía sin embargo en el poder de atracción de la verdad, y la necesidad de fundamentar nuestra vida y nuestras acciones a través de la búsqueda de la verdad, búsqueda que llevó hasta las últimas consecuencias. Esta labor socrática es una labor necesaria dentro de toda sociedad, aunque aquellos que tienen la misión de realizarla no sean bien vistos, ya que los prejuicios e intereses sociales no siempre son compatibles con la verdad, y la democracia ateniense no perdonó a Sócrates esta osadía, la labor de los sofistas en cambio era vista con mejores ojos por los atenienses ya que ellos enseñaban la retórica, la oratoria, instrumento necesario para el ejercicio de la política y dominio de las masas. La enseñanza de los sofistas era útil en el campo de los intereses políticos.
La retórica lo sabían los sofistas es útil en una democracia, ya que tanto una opinión verdadera como una opinión falsa mediante el discurso retórico puede afirmarse o negarse según las circunstancias e intereses que se quiera defender, si logramos convencer a la mayoría de ello. Ya que el criterio de verdad en una democracia no es la adecuación del juicio con la realidad, sino el asentimiento por parte de la mayoría.

Para Sócrates la verdad no estaba sujeta "al asentimiento de la mayoría", el criterio democrático no podía aplicarse a la verdad, es decir, Sócrates sostenía que la opinión que la mayoría no es necesariamente la verdad, sino que muchas veces la opinión de la mayoría es errónea. Para Sócrates el ser humano debe escuchar la opinión de los hombres de experiencia en una determinada tekcné, por ejemplo: Si tenemos un problema de salud, debemos escuchar al médico, porque es un hombre que conoce sobre las métodos para el mantenimiento de la salud, lo mismo debería suceder para el problema de la verdad, debería escucharse a aquellas personas que a lo largo de su vida, se hubieran dedicado seriamente a su búsqueda, estos eran los filósofos, quienes debían utilizar la noble retórica aquella que busca y trata de comunicar a los demás la verdad y no lo verosímil, no busca manipular. Lamentablemente Sócrates sería por ello confundido con los sofistas.

La osadía de Sócrates fue llamar a las cosas por su nombre, a diferencia de los políticos y sofistas que adulaban al pueblo, para manipularlos, Sócrates denunció el carácter manipulador del arte retórico de los sofistas, denunció el olvido e indiferencia del pueblo griego por la verdad, afirmó la incapacidad de la mayoría para sostener opiniones que se sustenten en la verdad de las cosas. De esta manera Sócrates descalificaba la democracia griega ateniense, y el criterio democrático que legitimiza el poder. El gobernante no podía ser legitimizado por la opinión de la mayoría (muchas veces opinión errónea y manipulada debido a la ignorancia de la población en temas políticos), ya que nadie adquiere la ciencia política por el solo hecho de ser elegido por la mayoría. Si la política era una teckné, ésta debía estar orientada al servicio del bien común.

Y fue así que se convirtió en un peligro para la democracia. Al negar el criterio democrático, Sócrates hería de muerte a la democracia, sin embargo la historia nos ha enseñado que en una democracia la verdad puede convivir con las opiniones erróneas, siempre y cuando no intente ocupar su lugar. La ignorancia es útil para la manipulación del pueblo por parte del político, sobre todo si al que desconoce le hacemos creer que conoce, si al que no tiene ni voz ni decisión en los asuntos públicos, le hacemos creer que tiene voz y decisión en tales asuntos.

Sócrates no vislumbró los intereses políticos que estaban en juego, su búsqueda y defensa de la verdad, no tenía ningún interés político, aunque esto suene difícil de creer para nosotros que tanto nos preocupan estos intereses y que creemos que todos los seres humanos de todas las épocas tuvieron la misma actitud. Su búsqueda sincera de la verdad lo llevó a su muerte. Sócrates fue juzgado por la democracia griega, por impiedad y corrupción de la juventud griega, y condenado a muerte.

Toda democracia implica consentimiento de la mayoría, juego de intereses, manipulación y coacción, pero sobre todo el peor defecto de la democracia es su relativismo, su indeferencia ante la verdad.